miércoles, 17 de octubre de 2018

La historia de dos gemelas transexuales

Sandra y Verónica son gemelas, ambas son mujeres transgénero. Nacieron en una familia costumbrista de la localidad de San Pablo Zoquitlán, en la Sierra Negra de Puebla, se enfrentaron a los tabúes, la ignorancia y creencias en contra de su condición, que derivaban irremediablemente en violencia , rechazo y discriminación. Por ese motivo, abandonaron su casa desde muy jóvenes para buscar una nueva oportunidad en Tehuacán.

Su padre fue criado a la antigua, por lo tanto no podía aceptar que sus dos varones fueran mujeres trans. Sandra Martínez señala "En la sierra si un hijo les nace así lo tratan mal o piensan que es la oveja negra de la familia. Es muy difícil ser mujer trans en provincia".

Las gemelas se descubrieron trans al mismo tiempo, compartían gustos como jugar con muñecas , les gustaba actuar afeminadas y ponerse vestidos o ropa de mujer. En ese entonces no sabían lo que era ser transgénero, pero sus compañeros de la escuela y los vecinos del pueblo notaban que "eran diferentes", por lo que las satanizaron y las volvieron víctimas de violencia. Sandra recuerda; "Decían que teníamos el demonio adentro".


Ambas emigraron a Tehuacán al sentir el rechazo y saber que no iban a tener acceso a mejores oportunidades, ahí creyeron que les iría mejor, pero en principio sólo sufrieron.

Verónica se fue primero. Un par de años después se independizó y buscó un cuarto para que su gemela se fuera con ella.

A los 16 años comenzaron a vestirse de mujeres con la convicción de que esa era su identidad. Sandra narra "La primera vez no nos quedó, nos veíamos chistosas, pero luego nos dejamos crecer el pelo y nos empezamos a inyectar hormonas".  La gente les "hizo el feo" a partir de entonces. Con 18 años, su única alternativa fue ejercer el trabajo sexual.

Regresaban a su pueblo con frecuencia, pero su padre no quería verlas porque pesaba en qué dirán. Al cabo de muchos años lograron que las recibiera de nuevo y entendiera su condición.

Actualmente las dos venden antojitos en un puesto afuera de su casa. Además, son activistas: "Nuestra vida cambió. Logramos ser mujeres, tener nuestra acta de nacimiento e INE para ya no sufrir tanta discriminación. Y queremos seguir luchando en Tehuacán por las mujeres trans", narra Sandra.




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